¿Qué nos ocurre, que hemos perdido la capacidad de mantener el corazón suave y en su defecto, disminuido nuestra capacidad de sentirnos amados?
Parece cada vez más frecuente que la expectativa que depositamos en una determinada relación, resulta constantemente más grande de lo que la relación misma puede darnos. Permaneciendo en un estado de insatisfacción, con un hambre permanente y enfocados en una búsqueda eterna de encontrar “un algo” distinto a lo que tenemos.
Parece que; cada vez más quedamos lejanos a desenvolver nuestro camino evolutivo, aquel que naturalmente nos dirige a poder relacionarnos de forma vulnerable y receptiva con los demás . Encontrando así, verdadera saciedad y realización en nuestras relaciones.
En cambio, nuestra energía se ha sumido en una búsqueda superficial que apenas resuelve nuestra necesidad humana. Incapaces de satisfacer desde lo profundo nuestra necesidad primaria y esencial de cercanía. Tal vez atrapados en relaciones que son solo un reflejo de nuestra propia discapacidad.
El primer paso para recuperar nuestro ser esencial y satisfacer nuestra necesidad de cercanía es reconociendo y honrando nuestra naturaleza amorosa. Tomando conciencia de que existe una Fuerza irreprimible y invisible a nuestros ojos, mucho más poderosa que la fuerza propia, y que nos mueve a buscar la proximidad y la calidez.
Las antiguas civilizaciones y tribus conocían el milagro y el poder de esta fuerza, que además de servir a la supervivencia, fungía un papel sumamente importante en su comunidad, por lo que priorizaban los encuentros para honrar y cuidar de esta fuerza.
Así, establecían espacios "mágicos" tales como rituales, ritos de paso y tradiciones en donde el objetivo esencial era el de unir unos con los otros sin separar por edades, géneros o roles determinados.
Alcanzando con esto, una comunidad de cuidado en donde se asistían en el proceso natural y necesario de liberar su energía.
Era en esos espacios mágicos que ocurría un intercambio invisible. La energía que antes estaba atrapada en el corazón, debido a pérdidas inevitables de la vida, obtenía una descarga.
Era mediante, el cuidado de los adultos sabios, los espacios para el libre movimiento del cuerpo, como los bailes, las obras de teatro y los juegos competitivos, que guiaban naturalmente a cada individuo de regreso a su corazón.
Solo de esta manera es que encontraban un desahogo para retornar a la vida. Logrando una salida a toda su energía y recuperando el estado neutro, suave y vacío de el corazón.
Era entonces, esta estructura de cuidado la que daba la fuerza para que la comunidad pudiera servir como un "estilo de incubadora." Una capaz de dar seres apasionados, creativos, de corazón suave y cada vez más maduros para ir a la vida.
Parece entonces que en la actualidad carecemos de espacios mágicos, en donde se nos dé apertura a la liberación de nuestra energía y a la exteriorización del lenguaje del corazon .
A consecuencia de ello, hoy sobreviven seres profundamente frustrados que no saben qué hacer con su energía. Y como resultado, centrados únicamente en el mundo externo a ellos, en un intento de permanecer alertas para defenderse de cualquier posibilidad de resultar heridos.
De esta manera, en lugar de ser receptivos a la vida, confiando y tolerando la vulnerabilidad que implica la construcción de nuevas relaciones. Quedan atrapados con su propia energía de dolor. Alejándose cada vez que están cerca de desarrollar mayor profundidad en sus relaciones.
Esta es la realidad de la suegra que se aparta de su hijo porque no tolera la vulnerabilidad que implica abrirle su corazón a la nuera y relacionarse con ella.
O aquel que tiene pareja pero que vive eternamente frustrado y cubriendo su vacío con lo externo porque no recibe de su pareja lo que busca.
O la madre que no se atreve a acercarse a su hijo porque no tolera la vulnerabilidad de relacionarse con el desde otro lugar que no es el que ella quiere.
O el padre que no sabe cómo profundizar en la relación con su hijo y busca compensar de manera inconsciente comprándole el último juguete de moda, pero secretamente resintiendo por no sentirse amado.
La solución está en encontrar espacios, donde se extienda la suficiente invitación para manifestar todo de uno mismo. Abriéndonos al dialogo con nuestro corazón. Externalizando y liberando toda la energía, incluida la dolorosa que en el pasado, no tuvo oportunidad de encontrar liberación.
Porque solo se puede profundizar en una relación cuando has profundizado en ti mismo.
En otras palabras, todo empieza por ti.
Adriana Soberon P. ©️ Copyright. Todos los Derechos Reservados.
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